Cork, ciudad con puerto y color en Irlanda

11.03.2014 19:28

Cork es la segunda ciudad más importante de Irlanda, después de Dublín, su capital. Está situada en un pintoresco enclave al suroeste del país, el condado de Cork, conocido también como el más rebelde, pues desde los primeros conflictos contra el imperio británico ha desempeñado un papel más atrevido y contestatario de lo común. En el siglo XV en la Guerra de las Dos Rosas, se intentó reclutar desde allí tropas para derrotar a Enrique VII en una rebelión encabezada por el mismo alcalde que aunque al final resultó frustrada, hizo tambalear las raíces de la corona.

 

El puerto de Cobh

Cork forma parte de un paisaje privilegiado. Con salida al mar, su puerto, el de Cobh, es uno de los más estratégicos de la isla; su costa, verde y rocosa, cercana al llamado anillo de Kerry, una de las carreteras más hermosas de Europa, invita al viajero al paseo solitario y a la escapada.

La ciudad es atravesada por un río, el Lee, que al llegar al centro de la ciudad se bifurca en dos, dejando el territorio de en medio, a modo de isla, como el auténtico centro o corazón de la ciudad.

Edificios de color y plazas llenas de vida

Lo primero que llama la atención al descubrirla es el color. Enclavada en un terreno de altibajos, son características sus calles de pronunciadas cuestas con casas de dos niveles repletas de colorido. Una continua hilera de escaleras configura su acceso, y unos grandes ventanales por donde se cuela la escasa luz, el único tesoro codiciado en Irlanda.

Después se descubren las grandes plazas, los edificios monumentales como el ayuntamiento, o los hermosos puentes que nimban el río de un aire antiguo, como de cuento, en una alegre y tranquila ciudad con personalidad.

 

La universidad, College Cork, y la catedral de San Finbarr

Si Dublín es bulliciosa y alocada, Cork posee el carácter bohemio de una ciudad cultural. Su universidad, College Cork, es el mejor enclave que la define, como la música, el teatro y la danza, que juegan un destacado papel en la vida de la ciudad.

También cuenta con dos catedrales, la catedral de Santa María, conocida como la catedral del norte; y la más emblemática, la catedral de San Finbarr, de estilo gótico, con su característico ábside posterior.

Saint Patrick Street y el Mercado Inglés

La arteria principal de Cork es Saint Patrick Street, recientemente remodelada, la avenida comercial por excelencia, donde se albergan, además, oficinas y bancos y en torno a la cual giran los suntuosos edificios georgianos característicos de Irlanda, y originales enclaves como el Mercado Inglés, una edificación de hermoso artesonado de madera con calles repletas de colorido, como en toda la ciudad, donde se engarzan los puestos de comestibles.

 

La cárcel de Cork, City Gaol

El menos amable de los enclaves de Cork es quizás aquel que más la representa. Cruzando el río nos encontramos con la City Gaol, la cárcel de la ciudad, una mastodóntica edificación gris, de muros de piedra donde se muestra la historia de Irlanda desde lo más bajo de sus cloacas. Recorriéndola se pueden conocer, representados por muñecos de cera, desde el despacho del director hasta las celdas más miserables.

Están recreadas las condiciones de vida en las que habitaron los presos, las partidas de naipes de sus cuidadores, las torturas que se practicaron y el depravado trato de un sistema represivo contra los irlandeses. Al final del viaje, se muestra en una sala otra recreación histórica en la que se habla de las penurias extremas y el hambre que pasó el pueblo irlandés, donde algunos incluso deseaban entrar en esta cárcel para poder contar, al menos por un día, con un plato de comida.

Ir de pintas por Cork

Pasear por Cork es descubrir el espíritu más auténtico de lo irlandés. Vida pausada, conversación y alegría para plantar cara al mal tiempo y a la humedad. Uno de los mayores placeres es sentarse en torno a una pinta en uno de sus excelentes bares típicos y degustar una o varias cervezas negras.

La imaginación no les falta a los irlandeses ni el gusto por la buena decoración que invita a la reunión, como la terraza del hotel Isaacs Cork, donde se puede degustar una "dinner al fresco" en el restaurante Greenes, en McCurtain Street, con farolillos románticos y suelos que imitan las piedras de un río, cascada al fondo incluida.

Tampoco se pueden dejar de paladear en más de un lugar de la ciudad, las raciones de "fish and chips" más sabrosas y lucidas del mundo.

Descubrir Cork es descubrir la calma y la alegría; descubrir un puerto; descubrir el color. El alma irlandesa se asoma por sus ventanas, sus plazas y sus paredes engalanadas de vida. El bullicio atemperado; la charla eterna; el paisaje que se mete en el corazón. Una ciudad, inquieta y bohemia que, saliendo del dolor, se pone por montera su propio llanto y su historia, cubriéndola de color.