Las brujas en la Edad Media

11.03.2014 19:50

La figura de la bruja es aquella que se conoce desde la infancia, protagonista de muchos cuentos en los que suele aparecer como una mujer vieja y fea, de nariz prominente con alguna verruga, vestida de negro y portadora de un sombrero gigante y un buen puñado de odio y resentimiento hacia otros personajes que, curiosamente son mujeres también, o niñas, de gran belleza y juventud y portadoras de los sentimientos más nobles, contrarios a los de ella.

 

Las brujas de los cuentos de hadas

En estos cuentos, la bruja es a la vez poseedora de unos conocimientos prodigiosos que utiliza para hacer el mal y cargar de hechizos a estas niñas enemigas o utilizando sus poderes de transformación, engañarlas e incluso envenenarlas con alguna artimaña o pócima misteriosa hasta llegar a su aniquilación.

Lo que encierran estas leyendas es la creencia popular que existe desde la Edad Media de que las mujeres son el vínculo del mal, que su naturaleza está corrupta y que cuando una mujer posee conocimientos, los utiliza a favor de su maligna voluntad que, según la iglesia católica, está dirigida por el demonio.

Las hechiceras de la Antigüedad

 

Por el contrario, la maga, o la hechicera, es una figura admirada y temida en el mundo de la Antigüedad. La posesión de esos conocimientos las convierte en mujeres de poder y como Circe o Medea, son las que desvían el curso del tiempo y de los acontecimientos para que la historia que protagonizan se ciña por completo a su voluntad.

El hada Morgana, reina de Avalón

La entrada en el medievo entronca estos vínculos con tradiciones que tienen sus raíces en mitos celtas, como es el caso de los relatos del ciclo artúrico. En ellas, la mujer con conocimientos, la poseedora del saber, como el hada Morgana, discípula de Merlín y reina de la isla de Avalón, tiene el poder de curar y cambiar de forma, y aparece como la gran benefactora de su hermano, pero puede ser también su peor enemigo.

Se alude a ella como prototipo del carácter femenino, más profundo y revelador, que, mal entendido, la llevará a soportar la citada marca de "mala" e incluso "perversa" con la que se ha ensañado en acusarla la religión católica.

El nombre de Morgana, "nacida del mar", la vincula con la diosa Venus del mundo clásico, la gran diosa madre, hija del mismo Zeus, que comparte características con Isis, la diosa egipcia maga y con poder de transformación de la que parten todas la hechiceras o brujas de la historia.

 

Hechizos y pócimas

La mujer con conocimientos es envidiada por el hombre dado su carácter más profundo y su sed de curiosidad por el mundo. Suelen ser mujeres que viven en el campo y les ha sido transmitida de generación en generación una sabiduría sobre los poderes y propiedades de las plantas, la energía cósmica natural que yace entre todas las cosas vivientes. A su vez, la maternidad en sí mismas, les ha aportado una forma de mirar el mundo diferente de la de sus compañeros. Sienten más próxima la energía vital y la mortal, lo que les provoca un mayor deseo de conservar la primera y rechazar la última.

Muchos de aquellos bebedizos o pomadas utilizados para estos fines, denominados entonces como magia, en el siglo XVII pasaron a ser medicinas, y sus creadoras, las hechiceras, se convirtieron en químicos o farmacéuticos. La raíz "pharmakon" tiene, de hecho, el significado de "pócimas".

 

La persecución de la iglesia católica

La iglesia católica ha perseguido cruelmente a estas mujeres y ha levantado una serie de acusaciones, muchas veces hasta infundadas, contra estos seres que tenían un poder de sabiduría diferente al que se requería de ellas. La Inquisición ha levantado hogueras para quemarlas durante cientos de años, y al amor de ese fuego, no solo han ardido sus cuerpos sino también su filosofía, sus sentimientos y su potente vitalidad para comprender un mundo sorprendente, lleno de belleza, en el que las claves para prolongarla se encuentran en ellas mismas.

La cruel persecución ha dado paso a la leyenda con la nueva concepción del mundo que la propia ciencia ha traído, y de aquella Edad Media ha quedado un perfil de mujer que a lo largo del tiempo ha gestado la bruja ideal de hoy: la esencia de una mujer que ya no tiene por qué ser fea, ni vieja, ni mala, sino simplemente una mujer, una mujer sabia, como quiera que sean sus atributos particulares físicos y mentales, conocedora ancestral del entramado genético universal, protagonista de nuevos cuentos y nuevas leyendas en las que aparece como la eterna fantasía de los niños la soñó.

Una bruja bella y buena, de cuento de hadas, reveladora del secreto más seductor del mundo, aquel que habla de la creación y la conservación de la vida y sus energías. Aquel acostumbrado a la belleza. Y al dolor.