Literalia
Lugar de abandono. Canto a la búsqueda. Perversión hacia la fantasía. Reino de papel donde la palabra irrumpe y se despereza.
Mis ojos te están soñando. Es mi mente quien te ve.
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POESIA
De la melancolía
Te he visto cruzar la tarde,
salvaje, lenta, viajera,
tu oscuro arco de centauro
desplegado en diminuta sombra
por el titánico cielo sangrante.
Sesgando vas con la cuchilla negra
de tus alas
el horizonte azul y el rojo del crepúsculo,
para al final posar tu lánguida mirada
sobre la cenicienta sombra de la noche.
La noche.
Allí te quedas escondida,.
herida de penumbra,
tus tristes ojos aferrados al oscuro fondo
donde una mancha negra
crece y crece hasta el abismo.
No te atreves a sesgar el corazón caliente de la noche.
Solamente llegas y me miras.
Te bañas en la herida de mi llanto.
Te quedas a mis pies agazapada,
revoloteando dulcemente entre mis cosas.
Sobre todos mis sueños marchitos.
Sobre todo el dolor heredado.
Sobre la margen ardiente
del negro más absoluto,
te he visto desnuda,
confusa, temblando,
arrastrando contigo el alma herida de la noche
sin saber qué hacer con ella.
EN LA NOCHE INFINITA. Carmen Noel
La pérdida
Miro al abismo.
Oscuridad. Silencio. Sombra.
La parte del mundo que reina
desde tinieblas desnudas y ardientes.
El dardo caliente de la noche
aumenta siete veces la pupila.
Las gatas se deshacen en quejidos.
Desde el vértice lejano de algún sueño
se escapa, insinuante,
la llama de un lamento.
Una lágrima caliente incendia una mejilla.
El abismo nos contempla desde el negro fondo.
La boca roja perfila su calor contra la nada.
Su beso es una espada de quejido insomne.
Las cosas se camuflan en las sombras,
y ocultas, difuminan sus contornos.
La verdadera esencia del latido aflora
desde el profundo lecho
donde la cobija el día.
De albor entre tinieblas la rosa se define.
Sus pétalos cercenan la piel de un laberinto.
Por el quejido blanco de su fondo escapa
el perfumado acento de luna de su nombre.
Hay todo el tiempo del mundo.
Hay toda una eternidad.
En su avance los astros crepitan como relámpagos
mientras unos labios rojos
se abren muy lentos
contra el ardiente entramado del universo.
Por ellos se escapa un gemido,
aquel jazmín herido que respiró la luna.
EN LA NOCHE INFINITA
Pasar
Pasar.
Como una sombra solemne
sobre el murmullo secreto del mundo.
Dejar que la noche se quiebre por dentro
desde la luna más triste,
como un abismo.
Enloquecer de deseo,
de inabarcable horizonte,
de alma,
de soledad.
Soñar.
Como una rosa encrespada
sobre el profuso universo interior
que la cobija y la expande.
POEMAS PARA UNA LLUVIA. Carmen Noel
TE QUEDARÁS
Te quedarás.
Te quedarás sollozando
como sollozan los ríos
cuando desbordan su canto de nacimiento en las cumbres,
como sollozan los sauces
cuando se inclinan al agua
para besar en solemne y perpetuo cortejo
el cristal de su alma.
Te quedarás en mi piel y en mis lágrimas.
Te quedarás en latido y en beso.
Te quedarás adherido al doliente destello
con que el crepúsculo lanza
su amargo grito de adiós engarzado en la llama.
Te quedarás,
palpitante de amor,
sobre las muertas violetas,
entre las horas perdidas,
bajo las nubes repletas;
deshilachado por siempre en belleza y enigma,
como un radiante despertar de invierno
o de primavera.
Te quedarás.
Como se queda entorno el aire abrasado por la hoguera.
Te quedarás dormido,
como un recuerdo triste que navega solo,
y arrastrarás contigo tus palabras frescas,
tus recuerdos dulces,
tu voz reinando sobre enmarañadas brumas
que aún murmuran por ti.
Te anunciarás reapareciendo en los objetos
que dejaste
y a los que arrancaste el alma,
en aquellos que olvidaste en un cajón,
bajo los tristes universos diminutos
que aún palpitan, acariciados por ti.
Te quedarás
desde el gemido gris de tu ropa desierta,
desde tu pelo de algodón clavado en la perpetua manta,
desde aquella última lágrima,
silenciosa y furtiva,
que corrió a refugiarse, caliente, en tu almohada,
desde el rincón al que dejaste mudo,
desde el espejo que asomado a tu tristeza
penetró tu alma.
Te quedarás colgado de tu propia esencia.
Tu dulce sombra volátil tornando desde el absoluto.
La noche anunciará desde la luna
tus cabellos blancos
y el eco cantarino de un arroyo oculto
evocará tu risa.
Y tu recuerdo quedará suspendido
por siempre en mi pecho,
como un dardo impregnado de silencio
temblando entre la nada y las estrellas.
POEMAS PARA UNA LLUVIA
SILENCIOSA
Silenciosa. Suave. Plomiza.
Cae lentamente mi alma
como una nieve de sombra.
Sus dedos marchitos y torpes
arrancan del rosal
las más cruentas espinas
para fijarlas entre las cuerdas del arpa.
Los arqueros de la noche ya la anuncian
y arrastran, con sus oscuras saetas,
una infinita cadena de lágrimas.
Todo gira entorno de un abismo
y el abismo gira incansable hacia sí.
Como una dama escondida
la luna se escapa.
Su pálido nombre se pierde en el viento
y hay un rumor que susurra por los rayos tristes,
por las hebras rotas,
por cada sueño olvidado y perdido.
Por ella.
Por mí.
Llora incansablemente mi alma
bajo una nieve de sombra.
Silenciosa. Triste. Sola.
Inexplicablemente dormida.
Llora.
POEMAS PARA UNA LLUVIA
DUDA
¿Por qué se inclinan los sauces?
¿Será que les pesa el aguijón del tiempo en el alma,
como una plomiza lágrima?
¿O será que,
reflejados en el oscuro fondo del río,
sueñan con ser,
custodiados de estrellas y luna,
la oscilante imagen
que se asoma y tiembla
desde el secreto corazón del agua
y de la noche?
POEMAS PARA UNA LLUVIA
EL DESPERTAR
Yo desperté.
Dormías a mi lado.
Como una caracola silbé mi amor en tu oído.
La tarde despertó
y abrió su rosa de luz como un abanico.
El lamento del mar te tenía preso.
Y yo volví a silbar mi amor en tu oído.
El horizonte sangraba
como si fuera un sueño cortado del cielo.
De pronto abriste los ojos.
Unos ojos mudos. Oceánicos. De abismo.
Tu mirada en el fondo batía, muy torpe, las alas,
desperezándose,
como una mariposa negra entre la sombra.
Estaba atrapada
entre la tarde y el sueño.
Yo quería sacarla.
Tus ojos sin mirada navegaban sin rumbo
entre aquel abanico de luz.
Su abismo verde de mar no gritaba.
Era como si tú hubieras muerto.
O como si yo hubiera muerto.
Yo quería sacarla.
La mariposa negra seguía batiendo
tan torpemente sus alas.
De pronto tuve tanto miedo
que te besé en los labios.
Con un desesperado arpón
te traspasé de pleno el alma.
La tarde se quejó a lo lejos en un mortal silencio
que abrasó mi beso con su llama.
Tú volviste.
Vi cómo tus ojos verdes me atrapaban.
Vi que resurgía el mar en ellos,
su líquida caricia sonreía para mí,
su grito eterno.
Una mariposa escapaba,
desde lo más profundo de ese abismo verde,
extendiendo, hermosísima, la noche,
con sus negras alas.
Tú me mirabas.
POEMAS PARA UNA LLUVIA
ADIÓS
Adiós.
La noche persigue a los tristes.
Por el ventanal gigante de una mirada
se filtra lentamente el universo.
Adiós.
Mañana me habré ido.
Apenas una difusa caricia
sobre unos labios en flor
habrá sido mi vida.
Acaso un nombre escrito en el polvo
junto a una tibia y escasa raíz.
Acaso, dormida en el viento,
una palabra prohibida o distinta
que hable de mí,
se enredará con las sombras.
Adiós.
La noche persigue a los tristes.
¿A dónde van desnudos mi corazón y el mar?
POEMAS PARA UNA LLUVIA
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